LA VUELTA LA MUNDO
de Soledad Felloza
Salaia dijo:
-Madre que me voy a ver mundo.
-Madre que me voy a ver mundo.
Laia vio como su niña salía resuelta con un puñado de castañas en un bolsillo, no la detuvo.
¿Para qué? Sabía que cuando los pies piden camino, hay que dejarles ir. Sabía que el mundo necesita que lo anden para existir.
Salaia pedaleó fuerte, y el mundo se le puso en la nariz, en los ojos, en la boca, en las manos.
¿Para qué? Sabía que cuando los pies piden camino, hay que dejarles ir. Sabía que el mundo necesita que lo anden para existir.
Salaia pedaleó fuerte, y el mundo se le puso en la nariz, en los ojos, en la boca, en las manos.
Se guardó trozos de conversación, retazos de risas, un cachito de pan tibio que le dio la panadera, una madreselva del muro de la casa grande, una piedra que casi le hace caer, el ladrido de un perro que le puso el corazón a mil, la mirada del policía que le hizo ir a paso de tortuga, el vértigo de dar vuelta en la esquina.
Regresó sudorosa y con los ojos brillantes:
-Tenías razón madre, para ver mundo, había que quitar los ruedines a la bici. No andaba nada, no hubiera dado la vuelta a la manzana, nunca.
-Tenías razón madre, para ver mundo, había que quitar los ruedines a la bici. No andaba nada, no hubiera dado la vuelta a la manzana, nunca.
Soledad teje cuentos con una caja de hilos de muchos colores y en cada uno de ellos hay una imagen preciosa, como es ella, como ella ve el mundo con cámara Nikon.
Precioso cuento… a cada edad vemos el mudo con diferentes ojos… aunque siempre se nos pone en la nariz y guardamos trocitos de pan, risas y hojas de madreselva…
Delicioso relato…!!
Felicitaciones a la autora…!!!