TODAS LAS TARDES
patricia mcGill diciembre 08
La mujer se sentó frente a la ventana, como todas las tardes, a dejar que el sol se escondiera. Desde allí divisaba la persiana verde del vecino y, entre las rendijas, la oscuridad de una habitación que ella imaginaba igual que la suya: la puerta, la mesa de luz, la cama de madera con la pintura descascarillada, sobre la mesa un libro forrado con papel de diario y un vaso de agua con el sucio resto de días sin beber, y, por supuesto, una lámpara apagada. Y el hombre.
El hombre se sentó detrás de la persiana, y se puso a mirar entre las rendijas, para ver, como todas las tardes, cómo salía el sol.
Patricia McGill nos regala esta historia llena de suspiros.
Fue el día de Navidad cuando reparé en la tarjeta que había en un rincón del portal de Belén.
La sorpresa tan agradable que me causó, tanto por el contenido como por la forma del encuentro, me indujo a continuar con el juego y a los pocos días se me ocurrió dejarla en otro portal con la esperanza de que continúe su viaje.
Alex